 |
Ensalada de rulo de cabra. |
Hay ocasiones, y más en verano,
en las que elegir el restaurante al que ir, se puede convertir en una verdadera
lotería. Está claro que siempre tenemos la opción de los clásicos, donde fallar
es altamente improbable. Pero cuando intentamos salirnos de lo de siempre, cada
día tengo más claro que hay que ir con mucha paciencia y algo más. Muchos de
estos restaurantes se han abierto de una manera acelerada para llegar a la
corta temporada de verano, con un personal que no suele ser profesional de la
hostelería y sin una intención de continuidad en el tiempo, con lo que buscan
un rápido beneficio sin importar la satisfacción del cliente. Además las
referencias boca a boca no siempre son válidas al no ser igual un martes de
julio que un viernes de agosto con miles de veraneantes peregrinando a los
distintos locales de moda de la costa.

Dicho esto de manera general, uno
de esos fines de semana de agosto nos fuimos a cenar a uno de estos
restaurantes de temporada. El Palmero de Cabo de Palos, antigua discoteca que
vivió pretéritos momentos de gloria hace décadas y que busca una nueva
oportunidad reconvertido en restaurante donde las brasas toman especial
importancia. Llegar hasta allí, no es tan fácil como parece, pues aunque la
construcción se ve desde mucha distancia, no hay claras indicaciones que faciliten el
acceso. A través de una pista de tierra y guiados por el dromedario, llegamos a este restaurante con forma
de mezquita en mitad de un oasis, que perfectamente encajaría dentro de un parque temático. Bonito visualmente
y sería original si no lo lleváramos viendo toda la vida en la entrada a La
Manga. Con la puerta principal clausurada, se accede por una puerta lateral custodiada
por un pirata de pata de palo y garfio. Al menos no está tuerto. No hay
recepción por lo que llegamos a la barra donde un desorientado camarero revisa
todas las notas de las mesas para saber cuál es la nuestra. En el pequeño
escenario, hay un cartel anunciando que a las 23:00 tocará en directo Materia
Primo, un grupo de flamenco fusión. Todas las mesas están en una terraza al
aire libre, con una tenue iluminación y ambiente muy agradable.

Cuando hemos conseguido averiguar
cuál es nuestra mesa, en ella hay una carta con soporte de madera donde destacan
las ensaladas y la carne a la brasa. Sospecho que eso es lo que vamos a cenar. Pasada
casi media hora, y con apenas tres mesas ocupadas se acerca el camarero, varias
veces antes nos había dicho que enseguida estaría con nosotros, y toma nota de
la comanda. Lo dicho, ensalada y carne a la brasa es lo que pedimos. Mi
sorpresa es mayúscula cuando en cero coma, nos traen las ensaladas que habíamos
pedido. Cierto es que ya las tenían hechas, pero no menos cierto es que pedimos
una botella de vino en la que solamente la tenían que traer y descorchar y
nunca llegó a su destino. Las ensaladas que pedimos fueron la campera con champiñones,
huevo, bacon, tomates cherry, piñones y semillas de calabaza, y la ensalada de
rulo de cabra con miel que junto a la lechuga también traía semillas de
calabaza y piñones. El queso venía un poco perjudicado, más que cortarlo y
servirlo, le dieron una paliza antes de emplatarlo. A pesar del aspecto del
queso, ambas ensaladas estaban muy buenas. El truco de matar a los comensales
de hambre antes de servir es un clásico que siempre funciona. Llevábamos más de
media hora tirando del cubo de quintos acompañados de pan y aceite, que también
estaba muy bueno.

Terminadas las ensaladas, la
carne se hizo esperar más de lo deseable. Siempre he criticado a restaurantes
como Foster Hollywood su presteza en servir. Antes de poder pinchar la
ensalada, ya te han traído la hamburguesa. Pero de ahí a hacer la digestión
entre plato y plato... Habíamos pedido parrillas especiales de pollo y de
chuletas de cordero. Otras opciones eran cerdo (chuletas de lomo) y ternera. Al
preguntar que parte de ternera y no tener muy claro ellos mismos la que servían,
optamos por terminar la comanda con un entrecot y una de sus hamburguesas
gigantes. En la carta ofertaban pescado del día, pero sinceramente, no nos
atrevimos a pedirlo. Las parrillas especiales se anunciaban acompañadas de una
patata asada y de verduras de temporada. Las verduras serían de la temporada
siguiente, porque en el plato solamente había una patata envuelta en papel de
aluminio y un poco de salsa de tomate. Cuando reclamamos al camarero nuestra verdura,
nos dijo que como se les había pasado, aunque yo dudo que ni si quiera hubiera,
nos invitaría a unos chupitos. -¿Qué cara nos habrá visto? Todo estaba bastante
soso, pero se subsanable con los cuencos de sal Maldom que trajeron junto a los
platos, para que cada cual sazonara a su gusto. El entrecot lo trajeron junto a
la hamburguesa gigante, que venía coronada por un huevo frito y aunque podíamos
elegir la salsa, no hubo más opción que su inseparable kétchup, aunque nos
tuvimos que levantar a pedirlo, pues se ve que estaba con el vino, y aun así,
solamente conseguimos dos sobres.

Llegados a los postres y
descartando las opciones frutas y helado, solamente nos quedaba una mousse de
chocolate casero que era más tarta que mousse. Hizo su papel y nos quitó el
mono de dulce. Ya solamente rematar la cena con unos asiáticos que tardaron en
llegar, pero fue un tiempo que pasó de una manera amena entretenidos por Materia
Primo que ya estaba en el escenario versionando a Kiko Veneno, animados por un
grupo bastante numeroso de conocidos incondicionales. Con los chupitos a cuenta
de las verduras, vino la cuenta. Esta vez no fue nada dolorosa aunque para no variar,
se habían equivocado a su favor.
¿Recomendable? No sabría qué
decir, siendo muy positivo el ambiente y el precio, la comida normal y el
servicio desesperante, no hay garantía de continuidad después del verano y el
año que viene pues Dios dirá. El restaurante El Palmero está en Las Triolas 10
de Cabo de Palos, Cartagena y los teléfonos para reservan son el 968145105 y
968564905.
 |
Mousse Casero de Chocolate. |

No hay comentarios:
Publicar un comentario