Fundido. |
Cuando estamos dando los últimos coletazos
del verano, hacemos recuento de los propósitos que nos pusimos en junio y creo
que hemos realizados más del 90% de ellos. Aunque también es verdad que no eran
demasiado pretenciosos, creo que soportar una tormenta de verano e ir a la
barra de Cabo de Palos es lo que nos queda. Viajar a los Fiordos o pescar
tiburones lo había pospuesto para otro verano. Dentro de los que sí hicimos
estaba el ir a La Manga Club, que ya visitamos en una exitosa primera ocasión a
Luigi, aunque confiados en el éxito volvimos a ir en una segunda. Esta vez
hemos ido al mejicano ¡Ándale!, que si mi memoria no me traiciona, fue el
causante de mi ruptura sentimental con el antiguo Hyatt debido al mal servicio ofrecido.
Cuando llegamos a la terraza del
restaurante lo primero que nos encontramos, flanqueado por cactus, es un atril
cubierto con un sarape, el típico poncho mejicano. Como la noche anunciaba
tormenta, entramos dentro, a un muy caluroso salón donde la mayoría de los
clientes eran británicos y ya estaban terminando su cena. Paredes de color amarillo, vigas de madera
vistas, ventanales al exterior cubiertos por cortinas, muebles robustos de
estilo rústico y algunos detalles que dejan bien claro que estamos en un
restaurante mejicano. El dibujo del mejicano de gran mostacho, pistola y
sombrero con la expresión: “Me vale madre”,
la metopa con el cráneo de una vaca o los sombreros charros son claros
ejemplos de esto.
Nachos. |
Echándole un vistazo a la carta luchando
contra el inmenso calor, con nuestro cubo de Coronitas, vemos que no hay lugar
a duda. Estamos en un restaurante mejicano de lo más comercial. Nada de
chapulines, ni Chinicuileslas, ni hormigas chicatanas ni siquiera escamoles. Aquí
comeremos fajitas, nachos, burritos o guacamole.
Para probar el mayor número de platos,
decidimos compartir los entrantes donde no nos faltan los nachos servidos con
carne picada, queso fundido y guacamole. También pedimos unas quesadillas de
jamón y queso que llaman “sincronizadas”. Vienen acompañadas de guacamole y dos
nachos. Podríamos decir que es una versión mejicana del sándwich mixto. Como no
pedir un imprescindible en cualquier mejicano, el guacamole, que si hubiéramos
sabido que lo servían con las quesadillas y con los nachos no lo hubiésemos
pedido, aunque está tan bueno, que seguramente lo pediríamos a sabiendas que
también lo servían con los otros entrantes. Lo presentan asaeteado cual San Sebastián
de nachos, aunque no los suficientes, y con unos dados de queso fresco. Pedimos
unos cuantos más para poder acabar el guacamole. El último de los entrantes nada
tuvo que ver con el guacamole. Era un plato típico de las taquerías del norte
del país, queso fundido a modo de provoleta acompañado de unos chorizos,
cebolla y pimientos fritos. Allí lo llaman fundido. Todos salimos muy contentos
con los entrantes.
Fajita de ternera. |
En los principales tampoco nos podíamos,
ni quisimos, salirnos mucho de la comida Mex, por lo que pedimos las también
típicas y casi obligatorias fajitas, si hace tiempo que no visitamos un
mejicano. Pedimos fajitas de pollo y de ternera servidas en los típicos platos
calientes junto a pimientos y cebolla. En uno de las fajitas tuvimos que
protestar ya que solamente traían cuatro trozos de pollo. Enseguida nos
trajeron un plato con unos cuantos trozos más. En las cantidades de tortillas
tampoco es que sean demasiado espléndidos. Tuvimos que pedir más y pagarlas aparte.
Al llegar a los postres y después de haber
llenado el cuerpo de Coronitas, no había mucho donde rascar. Pedimos uno de los
postres solamente por dos motivos. El primero quitarnos el eterno mono de
dulce, el segundo por ver como estaba ese postre llamado fritanga que no sonaba
muy bien, pero nunca habíamos probado. Se trataba de un canuto de pasta filo
que envolvía una crema pastelera. Lo justo para quitarnos el mono de azúcar.
Fritanga. |
Esta vez pedimos el café y no la cuenta
sino que se envalentonaron con unas margaritas para alargar la velada. Yo pedí
un café mejicano. Me arrepentí nada más probarlo y comprobar su fuerte sabor a
tequila. Los margaritas estaban buenos, pero su galáctico precio los desaconseja.
Entre cotilleos y conversaciones intrascendentes y algunas malintencionadas, alargamos
en demasía la velada, cosa que parecía no importar al servicio, que es de
agradecer. Era ya muy entrada la noche y habiendo amainado la tormenta de final
de verano que se había levantado, cuando pedimos saldar la cuenta cosa que
hicimos a un precio de 33 euros por cabeza. Un precio que algo elevado para ser
un restaurante mejicano. Repasando la cuenta vimos que mientras que el precio
de la comida no es excesivo, es en las bebidas donde se dispara el precio
dejando de ser interesante.
El restaurante ¡¡Ándale!! Está en el
centro de tenis de La Manga Club, en Los Belones y su número de teléfono para
reservar es el 968331260 aunque ya tenéis que esperar hasta el verano que viene
pues cierra sus puertas desde septiembre hasta junio, y el año que viene lo
mismo nada de esto vale. Al salir del restaurante nos despedimos bajo las gotas
de lluvia y escuchando los truenos en sonido de campana que anunciaba la última
vuelta del verano. Las vacaciones estivales llegan a su fin.
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