Ceviche de langostinos. |
Para la última salida del verano
no podemos elegir cualquier sitio, y más en este verano que restaurantes como
El Vinagrero en La Unión, o Eszencia en Cartagena han puesto el listón muy
alto. Para poner la guinda y despedirnos de la playa por todo lo alto, elegimos
Casa Alfonso en la urbanización de Campoamor. Un restaurante con estrella
Michelin que tenemos a tiro de piedra y que, a pesar de las buenas referencias
que teníamos, aún no habíamos visitado. Llegamos al chalet donde está situado
Casa Alfonso, y tras atravesar las distintas dependencias donde reposa una
buena colección de obras de arte contemporáneo, llegamos a la terraza en la que
nos ubicaron en una calurosa noche donde quizás, si hubiésemos tenido opción,
hubiéramos preferido el frío del aire acondicionado.
Ensalada de pepino con yogur griego. |
Enseguida nos sirvieron una copa
de cava de bienvenida junto a un calendario de mesa donde venían manuscrito los tres menús que ofrecen (50/65/85
euros o 70/90/115 con maridaje de vinos), y aunque el camarero
nos recomendó el corto (allegro), nuestro aristotélico virtuosismo nos llevó a
pedir el menú moderado que consta de cinco aperitivos, cuatro entrantes, un
pescado, una carne y un postre. Las bebidas aparte, como suele ser normal en
este tipo de restaurantes. Esto de que el menú venga en este formato puede que
haya quien lo vea como arte, pero la mayoría lo vemos un poco cutrecillo,
aunque sea ese el estilo de la casa. Me llama la atención que en ningún momento
nos preguntó el camarero por alergias, filias o fobias. Es más, cuando anunció
que tras la carne y antes del postre habría un plato de queso de obsequio, le
comentamos que a alguno de los comensales no les gusta este rico alimento. Cosa
que le dio exactamente igual porque les trajo su plato de queso
correspondiente. Pero no vamos a adelantar acontecimientos y empecemos por los
aperitivos.
Huevo con hueval de salmón. |
El primero de los aperitivos fue
un refrescante ceviche de langostinos coronado por un grano de maíz. Le sigue
un suave bikini ovogénico de mantequilla de sardinas con huevas de salmón y de
mújol, que recordaba, no en el sabor, al bikini de trufa que probamos en Entrecolycol.
El maridaje empieza con un verdejo de Rueda del que, el camarero, no nos da
mucha información. Me da a mí que tienen el enemigo en casa. No es la primera
vez que hemos comentado como un mal servicio en la sala tira por tierra el
trabajo del resto, y aquí parece que un solo camarero es capaz de desmerecer el
trabajo del resto. Nos vamos a gastar lo que nos queda del presupuesto del
verano y parte del de otoño, así que seremos tan exigentes como lo será la
cuenta. Seguimos con un viejo conocido de Entrecolycol, la brocheta de pulpo
sobre una crema de patatas. Como dije en su día, una buena reinterpretación de
la cocina tradicional típica se Alfonso Egea con un producto de calidad. Los
dos últimos aperitivos, en mi opinión, fueron los más flojos. El guacamole con gambas,
y un buñuelo de bacalao con tinta de calamar. Eso sí, aquí el buñuelo es
buñuelo y no un trozo de bacalao rebozado como nos vienen dando últimamente. Al
finalizar los entrantes, nos acordamos mucho del Sr. E. Un alérgico reconocido
que no hubiera podido más que darse a la bebida si le hubieran servido este
menú. Una especial mención se ganó el maravilloso pan que sirvieron, sublime
con aceite.
Calamares con salsa All i Pebre. |
Empiezan los entrantes con unas
gambas rojas sobre una salsa de pollo campero. Un tierra y mar que tanto gusta
a los cocineros y que los más ortodoxos no acaban de ver. En cualquier caso, a
mí me gusto bastante la combinación. Seguimos con una ensalada de yogur griego
con manzana, brotes de cebolla y pepino, que a pesar de no ser el pepino santo
de mi devoción, me pareció tan original como deliciosa. Los entrantes restantes
mejoraron notablemente el menú. El huevo cocido a baja ¿presión? Juraría que
eso es lo que nos dijo. En fin. Acompañado por unas huevas de salmón y pan
tostado. Todo esto maridado con un albariño cualquiera. Otra vez falta de
información. Ya con el tinto, Pujanza Hado de 2011, un rioja que pedí que nos
enseñara, sirvieron el último de los entrantes, un sabrosísimo calamar en salsa
de all i pebre. Buena cocina
y producto al servicio del comensal, correcta presentación en una vajilla
seleccionada con muy buen gusto y mejor cubertería pero no acaban de rematar la
faena con una explicación del trabajo realizado. Claro que si es este
camarero-maitre quien tiene que darla, mejor quedarse callado. Sentencias como
¿Es que tenemos web?; estamos abiertos hasta el día 15, después, no sé si
volveremos a abrir más; o hasta aquí el vino que les correspondía; dan muy mala
imagen en un restaurante de esta categoría.
Rape empanado en pan de cebolla. |
Los principales, un artístico rape
empanado en pan de cebolla y un tierno solomillo con setas al vino tinto, sin acompañamientos, sin distracciones. Ambos
deliciosos. Cerramos los salados con el prometido plato de quesos mediterráneos.
Un plato para cada comensal con un queso de Mahón y otro de Castellón que no
pudimos disfrutar como quisimos al anunciar ese malvado camarero que habíamos
terminado con nuestro cupo de vino. ¿Acaso estamos en Venezuela? ¡Oír para
creer! Y si, a quienes no les gustaba el queso, también les trajeron su ración.
¡Que desperdicio! Como postre una sopa de frutos del bosque con helado de vainilla que ponía el cierre a un menú bastante completo, rico aunque
poco sorprendente. Alargamos la velada con uno de los cafés más caros de mi
vida, un maravilloso vino dulce de la tierra, Casta Diva, y una de la más
grande, y barata copa de gin-tonic que jamás he probado.
Sopa de frutos del bosque. |
¿Ha merecido la pena?
Evidentemente sí, aunque como todo en esta vida, esta afirmación es matizable.
Un restaurante reconocido en las más prestigiosas guías gastronómicas, no debe
darte como carta un manuscrito desgastado y sucio. Un restaurante el que pagas en
torno a 100 euros por comensal no debe dejar la responsabilidad de la sala a
una persona tan poco preparada para ocupar ese cargo. Su pobre hacer deslució
el trabajo discreto de sus compañeras de sala y no supo ser la voz de la cocina
en la sala. Un restaurante así, debe saber venderse, en internet, ante los clientes explicando bien su proyecto,
la idiosincrasia de la cocina o justificando porque pagamos 25 euros en un
maridaje limitado y con vinos de los que apenas reciben información. A pesar de
todo, en Casa Alfonso pasamos una velada
inolvidable y sospecho que irrepetible ya que según nos informó el camarero
cerrarán la temporada para no volver. ¿Será cierto?
Restaurante Casa Alfonso.
C/ Garcilaso de la Vega, 1C. Dehesa de Campoamor (Alicante).
Tlf. 965322717 - http://casaalfonso.wordpress.com/casa-alfonso/
Tlf. 965322717 - http://casaalfonso.wordpress.com/casa-alfonso/
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